En respuesta a esta pregunta, lo más lógico hasta hace unos años era decir que no, pues los funerales eran en sí un homenaje al difunto y una forma de llorarle, a través de la misa, el velatorio, etc. Sin embargo, desde hace un tiempo y como ya venía pasando en otros países como Estados Unidos, el discurso funerario se ha convertido en una costumbre más, una nueva forma de despedida.
Este tipo de discurso sirve para dejar salir las emociones y los sentimientos que tanto nos oprimen y duelen tras la pérdida de un ser querido. Es una forma bonita de decir adiós, tanto de nuestra parte como de todos aquellos que lo acompañan, además de un recuerdo imborrable que puede hacer de ejercicio terapéutico siendo muy reconfortante y liberador para el que lo hace.
Normalmente suelen hacerlo personas cercanas al ser querido, aunque hay que ser conscientes de que no son muchos los allegados que se prestarán voluntarios y tendrán las ganas de enfrentarse a este proceso. Todo el que lo haga, debe hacerlo, eso sí, por voluntad propia, demostrando las ganas que tiene de recordar al fallecido, honrar su memoria y compartir con los demás gratos y hermosos recuerdos que, a partir de ese momento, todos podrán guardar para sí mismos.