Desde Collyfer veremos la manera en la que tres de las civilizaciones más importantes en la historia de la humanidad adoptaron y desarrollaron esa idea fundamental en función de sus circunstancias históricas, su cultura y su concepción artística y social sobre la muerte.
El Imperio Egipcio participaba de la creencia de que el alma sobrevivía al cuerpo, y que por ello, cuando el individuo fallecía, para que el alma siguiese estando “viva”, había que conservar “artificialmente” la vida de dicho cuerpo. De este pensamiento nacen sus técnicas de embalsamiento.
Nos han llegado bastantes pruebas sobre relaciones, facturas, cláusulas de contrato, precios de modelos de sarcófagos, gastos por complementos funerarios… que parecen indicativas de que en Egipto existía una auténtica industria funeraria en la que posiblemente contasen, debido a los altos costes que debía suponer un entierro, con sistemas de previsión económica (germen de los seguros de decesos) para tales circunstancias.
En el caso de Grecia, los griegos antiguos contaban con dos tipos de asociaciones ante los decesos:
El sistema del Imperio romano es el más interesante a la hora de ilustrar y señalar un antecedente más parecido a nuestros seguros de decesos.
Los socios de estos “colegios funerarios” participaban en ellos a través de cuotas, que se pagaban únicas o periódicas, destinadas a cubrir un gasto funerario que estaba fijado de antemano en los estatutos del collegia -algo parecido al capital de entierro de nuestros seguros de decesos- y que era común para todos los colegiados, independientemente del tiempo que el socio, al fallecer, llevase pagando.