Los gatos tienen fama de supervivientes. En España, Italia, México y otros países de tradición latina se dice que “siete vidas tiene un gato”, mientras que en los países anglosajones como Reino Unido, los felinos disfrutan de dos vidas extra: nueve. ¿De dónde viene esta diferencia? Para llegar al fondo de la cuestión tenemos que remontarnos al Antiguo Egipto.
La mitología egipcia cuenta que el Dios solar Atum formó junto a las deidades Shu, Tefnut, Nut, Geb, Isis, Osiris, Neftis y Seth la llamada “Enéada”, también conocidos como “los Nueve”. Atum adoptó la forma de gato para viajar al inframundo y se dotó de nueve vidas, una por cada divinidad. Todo ello, junto al hecho de que el gato fuera considerado un animal sagrado en el Antiguo Egipto y su habilidad para esquivar la muerte, generó la creencia de que los mininos estaban dotados de nueve vidas.
Este número es común en la tradición anglosajona, mientras que en la cultura latina gran parte de la simbología utiliza el número siete, que se acabó aplicando a este dicho y a muchos otros. Sin embargo, esta cifra coincide con la planta del edificio que supone una mayor mortalidad para los felinos. Según un estudio realizado por dos veterinarios de Nueva York en 1987, el 90% de los gatos que cayeron desde alturas de entre 2 y 32 plantas sobrevivieron.
Sorprendentemente, la mayor mortalidad no se produjo en caídas desde alturas superiores, sino en torno a las siete plantas de altura. En una caída desde pisos bajos, el minino sale ileso porque su velocidad terminal es baja. A partir del quinto piso el félido se tensa y aumenta la velocidad, multiplicando su mortandad. A partir del séptimo piso el gato tiene tiempo de relajarse y volver a ser elástico y flexible, lo que le permite evitar el duro impacto y sobrevivir.