Tras el fallecimiento de un ser querido la primera fase que atravesamos es la de asimilación. Lo mismo la muerte viene como consecuencia de la vejez o de una larga enfermedad que ya podía predecirse o llega en el momento menos pensado sin consciencia de ello. Los trámites y la preparación del velatorio, la incineración o el entierro se unen también al momento doloroso que ya de por sí supone la pérdida.
Lo primero con lo que hay que lidiar es con las horas de tanatorio, donde estaremos acompañados de otros familiares y amigos que no dudarán en ofrecernos su cariño y todo el apoyo, además del grupo de profesionales que siempre está dispuesto a ofrecer ayuda. El tanatorio es el momento de encontrarse con una pluralidad de emociones que debemos dejar fluir para que no nos pasen factura más tarde. Todos aquellos sentimientos de tristeza, rabia o enfado llegarán, por eso es mejor que pasen cuanto antes.
El tanatorio debe ser un lugar de recogimiento y desahogo en el que nadie se escandalizará por ver muestras de dolor en público. También es momento de compartir recuerdos que puedan traer paz y consuelo. Todo lo positivo servirá para sumar, mientras que los malos momentos solo servirán para atormentar y empañar más el duelo.
Desde las lágrimas a la risa tienen cabida en un espacio dedicado únicamente a mostrar los sentimientos acogidos tras la pérdida de un ser querido. Es momento de recordar que ese ser querido que has perdido deseará verte feliz desde donde esté.